domingo, 12 de octubre de 2008

Sinopsis


Siempre he sido un nostálgico “rememorador”, pero lo que afianzó la idea de escribir, dibujar y describir la época de mi infancia, sobre todo los juegos callejeros, fue la gran cantidad de situaciones y encuentros fortuitos con personas de mi edad en la calle o en cualquier otro lugar donde siempre acabábamos hablando de lo mismo que si Madrid era así o asá y como compartíamos el ocio los chavales.

Los juegos eran sobre todo creativos, muchas veces improvisados pero siempre competitivos. Aprovechábamos todo lo que caía en nuestras manos para realizar cualquier juego: las bolas, las chapas de botellas, los güitos de albaricoques, los tacones de zapatos, palillos de dientes, alfileres, pinzas de la ropa, etc.

En otros juegos no utilizábamos ningún objeto, tratándose sobre todo de correr y saltar como el rescate, a la una andaba la mula, las cuatro esquinas, la olla, etc.
Aunque solamente se tratase de describirlos, creo que el tema tendría suficiente interés. Pero es que en casi todos los casos llego a ellos a través de alguna anécdota producida por situaciones particulares que sólo pudieron ocurrir en aquellos momentos.

Como ejemplo, describo brevemente, cuando interrumpía nuestro juego la aparición por la calle de una comitiva más o menos numerosa, que nos la anunciaba desde lejos el recitado infantil de “eche usted padrino, no se lo gaste en vino, eche, eche, eche, no se lo gaste en leche”. Cuando estaba próxima corríamos hacia ella los de mi panda uniéndonos a los otros chicos para solicitar al padrino del niño bautizado, que nos echara “perras chicas (5 ctms.) o gordas (10 ctms.)” y nos las disputábamos recogiéndolas del suelo, para a continuación acudir a la “pipera” y gastárnoslas en lo que nos apeteciera.

La obra no es sólo una descripción nostálgica de juegos infantiles, sino un acercamiento a la intrahistoria de los años 50, aquellos en que nuestra vida se fue enriqueciendo con las novedades que iban surgiendo, como el caso en que la gaseosa consiguió desplazar al vino blanco, preferido en el “chateo” y en la mesa, reemplazándolo por el vino tinto por combinar mejor con ella.

En estas narraciones se encuentran muchas figuras y oficios desaparecidos: desde el sereno al farolero, del lañador al colchonero, del paragüero a la rifadora, los charlatanes, los paveros en navidad o las aguadoras con sus botijos vendiendo el trago a diez céntimos.

He de hacer hincapié en que aunque el tema puede ser atractivo para la infancia o juventud actual, va sobre todo dirigido a los que hemos cumplido o superado los 60 años y como la longevidad nos prolonga la vida cada vez más, creo que habrá muchas personas interesadas en esta publicación.


Debido a que son más de 150 ilustraciones y otros tantos textos descriptivos, quizá el volumen pueda superar las 300 páginas.
Me gustaría que esta sinopsis les dé idea de qué trata esta obra y haber logrado que se tomen interés por ella.